viernes, 17 de julio de 2009




Publicado por APLP
DERECHOS AL DERECHO, EDITORIAL Nro. 77

No podemos caer en la tentación de alcanzar una identificación que impida la diferenciación ética entre castristas y luchadores pro democracia. Si exigimos respeto para nuestros derechos y para nuestras personas, resulta imperativo prodigar este mismo respeto a nuestros adversarios.

Cuando el miembro de un cuerpo represivo traspone los límites que le conviertan en vil, cuando cumple órdenes criminales o se deshonra de forma estúpida en el ejercicio inmodesto de lo que sus jefes asumen como sus fueros o desafueros de autoridad, habrá llegado el momento para las posturas firmes y los gestos terminales. Entonces será el momento para darles una necesaria lección de decoro y responsabilidad ciudadana.

Lo que bajo ningún concepto es permisible es que miembros de la oposición interna, de la prensa nacional independiente o de la sociedad civil contestataria, tengan una conducta que pueda en justicia ser calificada de soez, se comporten de forma inmodesta o asuman alguna pose que pueda ser calificada como postura de matón.

Somos civiles que decidimos erguirnos en defensa de nuestros derechos más elementales, somos civiles que decidimos vivir en lucha permanente por nuestra libertad. Cuando algún compatriota decide tomar como medida de su compromiso o como moneda de cambio para negociar o exigir el respeto de sus derechos, su preciada existencia, respetemos el gesto. Que no siempre lo honorable resulta razonable.

De mano con los derechos inalienables que defendemos, coexisten los deberes que hemos contraído con la patria y con el pueblo para cuyo servicio existimos. Luchemos por nuestros derechos sin olvidar los deberes a los que estamos atados. Reafirmemos nuestro compromiso con la virtud y la voluntad de rechazar la corrupción y a los corruptos. No importa de donde vengan ni la investidura del santo que los ampare. Caminemos dignos y atados al deber y a la aprensión y el peligro que esto representa. Sólo de esta forma, conseguiremos afirmar nuestros legítimos derechos al derecho.

La postura inexcusable que confunde la exigencia digna de respeto a los derechos, con la descalificación, la ofensa personal y el irrespeto injustificado a la persona y la dignidad del otro, es inadmisible. Los luchadores y activistas pro democracia no son provocadores irresponsables. Son ciudadanos orgullosos de ese título. Civiles, conscientes del deber que asumen, tanto como lo fue en su momento José Martí, el héroe civil por antonomasia de Cuba.

SDP

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